EL RETO DE LA PAZ TAMBIÉN LLEGA A LA UNIVERSIDAD
Por Pablo González
Egresado
Uniatlántico
Se trata de
abrir un amplio debate (…) acerca del carácter que debe tener la educación de
cara a un acuerdo de paz, porque, sin duda, la universidad y la academia pueden
ser epicentros de suma importancia para la consolidación de la paz y la
democracia (…)
Ciertos sectores y personajes del país se comportan
como aquel tipo cobarde que fue a tomarse una muestra de sangre y, haciendo la
fila con indecisión, volvía al último puesto de la misma cada que le llegaba el
turno. Lo digo porque a medida que se acerca la posibilidad de un acuerdo en La
Habana, parece que se acrecentara el temor de esos sectores y personajes.
Vean que, mientras el pobre parroquiano de la sangre
se atemorizaba frente a la inyección, esos dichos sectores y personajes se
atemorizan ante la posibilidad de transformaciones que necesariamente debe
traer consigo la firma de un acuerdo. Por lo menos, un acuerdo debe contemplar
la posibilidad real de participación política de sectores siempre excluidos de
las decisiones trascendentales del país: los descamisados, los abarcúos, los de ruana, los desposeídos,
aquellos que viven en los cinturones de miseria de las grandes urbes, los
negros e indígenas, los campesinos, los de apellidos sin abolengo, los
insurgentes, todos esos tendrán que participar en la política nacional, si de
paz queremos hablar.
Curioso es que esos quienes conformaron el glorioso Ejército
Libertador del General Bolívar, hoy estén excluidos de cualquier decisión. Eso
es lo que queremos se cambie a partir de un acuerdo de paz que, necesariamente,
debe ser un acuerdo para instaurar la democracia, para darle participación a
los desposeídos que, lo quieran o no esos sectores de la oligarquía, también
habitan en este territorio. Este es uno de los aspectos que causa urticaria a
los señalados sectores y personajes. No conciben esta idea, y una actitud
enferma, que bien pudiera ser una patología psiquiátrica, les impide aceptar
tener que compartir o ceder el poder a los humildes.
Así se explica en parte el hecho que aun hoy, cuando
el país vuelve su opinión a favor de un acuerdo de paz, esos sectores y
personajes sigan indilgando relaciones con la guerrilla a quienes representan
un riesgo para sus escenarios y círculos de poder. Siguen macartizando a quien
necesitan excluir y condenar. Bajo esa lógica debemos prever que mañana, cuando
haya un acuerdo con la propia guerrilla, para continuar con la cacería de
brujas se le dirá a un integrante de la FARC o del ELN, o a cualquier otro que
se aleje de los postulados oligarcas, que no puede ocupar un cargo público
porque fue o es insurgente: ¿para qué entonces un acuerdo de paz?
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La ministra Gina Parody y el gobernador Antonio Segebre |
Usualmente estos señalamientos se hacen sin pruebas
suficientes, ni siquiera mínimas. Es el caso de la doctora Gina Parody, quien
señala de todo al actual rector encargado de la Universidad del Atlántico,
señor Rafael Castillo, entre otras cosas, de tener relaciones con la
insurgencia. Esto lo plantea la doctora Parody con base en imágenes y hechos
ocurridos en la Uniatlántico cuando el señor Castillo no era rector. Es un
grave impase de la Ministra, por no decir delito, que ni siquiera ha salido a
rectificar o aclarar. Tampoco lo ha hecho la W de Julito Sánchez Cristo, quien abrió sus micrófonos para la
acusación, más no para exigir la aclaración de la respetada señora Parody, todo
en uso de la muy mal aplicada libertad de prensa.
Los señalamientos también son por corrupción y
clientelismo. Frente a eso, la doctora Parody tendrá que probar que efectivamente
se ha dado, quizá sobre eso tenga material probatorio más serio, que no la haga
quedar tan mal. Pero, de hecho, el señor Castillo representa un sector de la
opinión de los dos estamentos más importantes de la Universidad, los que
constituyen su razón de ser, los estudiantes y docentes. Estos, en sendas
consultas, apoyaron mayoritariamente la gestión del señor Castillo. En esas
consultas hubo abstención, elevada, es cierto, pero en este país no hay
elección donde no haya abstención. De hecho, en la elección del presidente
Santos hubo altos niveles de abstención, semejantes al promedio histórico:
pero, ¿ha dicho la doctora Parody que la elección de su jefe es ilegítima
porque hubo abstención? ¿De ser así, en que condición quedaría su designación
por parte de un presidente ilegitimo?
Sin duda, el señor Castillo tendrá que defenderse en
los estrados judiciales. Lo cierto es que, mientras se prueba su
responsabilidad, si de hablar de democracia se trata, el rector debiese ser
ratificado, para respetar la voluntad de quienes en la Universidad se asemejan
al constituyente primario: estudiantes y docentes. Eso implica dejar por fuera
de la distribución burocrática a la doctora Parody, a sus amigos de clase y a
los servidores fieles de las casas politiqueras, aquellos que siempre han
usufrutuado la Universidad del Atlántico en beneficio de sus intereses particulares;
pero, esas son las consecuencias fácticas de la democracia, es decir, de darle
poder a la gente del común.
No se trata de defender al señor Castillo, se trata de
respetar la voluntad de los estamentos mayoritarios, por encima de las
elucubraciones, seguramente sabias y desprendidas, de los seis consejeros que
piden su salida, a los que parece faltarle la misma sabiduría y desprendimiento
para reconocer que ellos no deben ubicarse por encima de lo expresado y
mandatado por estudiantes y docentes.
El debate no debe limitarse ni personificarse en el
señor Castillo; debe surtirse este importante debate sobre el carácter de la
universidad pública de cara a un acuerdo de paz, que defina entre las distintas
visiones de universidad, cuál es la que más conviene en tiempos de
reconciliación nacional y apertura hacia la democratización de la sociedad
colombiana, que exige participación en las definiciones que le atañen
(incluyendo su educación), no a manera de compilado de piedra que simplemente
es consultado, sino como único soberano y determinador real del rumbo de la
nación. La universidad debe ser un laboratorio para poner en práctica el nuevo
carácter del régimen colombiano en un posacuerdo.
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Por tradición la Uniatlántico siempre ha sido activa en los debates sobre la educación y el país |
Se trata de abrir un amplio debate, a propósito de
esta situación de la Uniatlántico, que se extienda a todos los centros de
educación superior, acerca del carácter que debe tener la educación de cara a
un acuerdo de paz, porque, sin duda, la universidad y la academia pueden ser
epicentros de suma importancia para la consolidación de la paz y la democracia,
entendiendo que en ella deben jugar las más variadas expresiones, con respeto a
la autonomía que debe recaer en quienes naturalmente están llamados a ejercer
el poder en ellas: estudiantes y docentes. Esta es la esencia de la democracia,
el constituyente primario debe ejercer el poder. La universidad debe ser
bastión de democracia.
En tiempos de un posible acuerdo en La Habana, el
Establecimiento debe reconocer la historia luctuosa que hemos padecido:
aquellos a los que no se les respeta su voluntad, que solo se les consulta para
legitimar apariencias de democracia, se ven compelidos a tomar las armas y a
hacer 50 años de guerra para ser tenidos en cuenta. No sigamos en la misma
senda, empecemos cambiando esa historia en la universidad, donde, a semejanza
de un microcosmos, confluyen muchos actores y sectores golpeados por la
violencia excluyente, ávidos de participación y democracia.
Sobre esta base, ábrase pues el debate profundo sobre
el carácter de la universidad, plantéense las diferentes concepciones al respecto:
la universidad como campo de democracia, ciencia e investigación, al servicio
de la sociedad, que se construye y reinventa permanentemente con la
participación activa de sus elementos; o como terreno antidemocrático, de
carácter empresarial, en la que impera la ley del mercado y la exclusión, donde
seis individuos imponen sus intereses particulares sobre la voluntad de las
mayorías, cumpliendo cabalmente los dictámenes y recetas de los organismos
multilaterales de crédito. Sospechamos que para la paz será pertinente la primera
opción, lo cual exige unas directivas subordinadas al interés supremo de la
democracia. También se requiere un Ministerio de Educación responsable, que dé
ejemplo de sensatez y cordura, sin ínfulas de superioridad. En conclusión, una
educación al servicio de los humildes, que forme hombres y mujeres para la
democracia.
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