EN EL ALMA DE CUBA
(A
propósito de una visita oficial a Cuba).
Mucho se puede
aprender del proceso cubano. Sin querer parecer romántico, hay que decir que la
revolución cubana sigue siendo un faro en el devenir de los pueblos que
procuran su liberación. Afortunadamente contamos con Cuba, con su ejemplo, su
historia y la profunda mística revolucionaria que profesan; con su sencillez y
su forma práctica de resolver o encarar las complejas adversidades que se les
presentan; con su respeto por la experiencia que cada pueblo va acumulando,
entendiendo los ritmos y condiciones particulares de cada proceso.
Aun así, muchos nos
aventuramos a emitir juicios sobre lo que consideramos “errores” de la
revolución cubana, sin pensar en que son ellos quienes triunfaron y hoy se
mantienen victoriosos después de más de 50 años de revolución. Sobre eso habrá
que reflexionar permanentemente, porque es fácil pontificar desde la distancia,
lo difícil es llevar al triunfo una revolución en el hemisferio del imperio más
poderoso de la historia (a escasas 90 millas). Y sí, quizá ha habido
desaciertos, porque la revolución es una obra humana, pero es mejor cometer
errores y procesarlos como experiencia útil, que ni siquiera identificarlos y
seguir reincidiendo en ellos.
El increíble
potencial de la Revolución radica en aplicar a la realidad específica cubana la
ciencia del marxismo: su capacidad de superar posturas dogmáticas y manualistas
surge de una interpretación acertada del materialismo dialéctico e histórico.
Sencillamente son marxistas. Sus lecturas alejadas de toda mirada pétrea y
estática dan color al marxismo-leninismo, que en muchos otros escenarios
geográficos es de un aburridor tono gris: en Cuba esta concepción es tan viva y
colorida como sus paisajes naturales, como sus comidas típicas y especies
gastronómicas; además, es alegre y creativo como el vestir y decir de sus
gentes, apenas comparable con el ser libre de sus hermosas mujeres, porque si
en alguna parte la mujer es libre, es en Cuba. En ese país, sin duda, el
marxismo-leninismo adquiere el brillo de sus playas exuberantes, el carácter
flexible de su brisa fresca y la soltura propia de las carcajadas de sus
habitantes. Los cubanos si han interpretado el marxismo de acuerdo a su
contexto, esa es un arma poderosa.
Junto al legado
científico de Marx, Engels y Lenin, sitúan el portentoso legado del Apóstol
Martí. Ese se convierte en un dúo invicto. Martí sigue viviendo entre ellos,
sugiriendo soluciones a los problemas cotidianos, enseñando con su ejemplo y
sus reflexiones, tesoro invaluable para ellos y toda Nuestra América. El
marxismo como ciencia aplicada a su realidad concreta, Martí como ejemplo vivo
y pedagogo paradigmático de un pueblo orgulloso de sí y de sus raíces, que aún
hoy aprende de su padre espiritual. Martí vive, los cubanos lo mantienen vivo y
actuante.
Su aplicación
práctica del materialismo histórico los lleva a señalar sin ambages que su
proceso revolucionario es uno solo a largo de la historia. Este inicia, por lo
menos, con el levantamiento emprendido por Don Carlos Manuel de Céspedes, para
no mencionar anteriores expresiones rebeldes de los negros trasladados
forzadamente desde África, y de indígenas que también enfrentaron al invasor
español. Ese proceso revolucionario encuentra como sujeto fundamental al pueblo
en general, organizado a lo largo de su historia de distintas maneras, aplicando
formas de resistencia variadas, con denominaciones y jefes diversos, pero el
mismo pueblo a fin de cuentas. Ese pueblo, luchador incesante, creó a Martí,
quien en un período particular estuvo físicamente al frente de los deseos de
redención y liberación; pero, también creó años más tarde a Fidel, que viene a
ser una especie de corolario personificado del sentir de su pueblo: Fidel
recoge en su ser todo el legado de lucha cubano, todo condensado en un corazón
y una conciencia a toda prueba. Por eso, es acertado decir que Fidel es el
pueblo, y el pueblo es Fidel.
Esa identidad
profunda de su máximo dirigente y su pueblo se refleja, por arte de la
formación a partir de su ejemplo, en la identidad y completa compenetración del
Partido Comunista de Cuba y el pueblo. Se ha dado a la tarea este Partido de
interpretar fielmente los intereses de las masas, y más que interpretarlo ha
logrado vincularlo a la revolución, haciéndolo determinante de las decisiones
trascendentales en el rumbo revolucionario. No solo lo convocan o consultan, le
dan el poder decisorio. Así se explica por qué el pueblo cubano se la ha jugado
y se la sigue jugando por su revolución. Así también se explica por qué los
planes imperiales no han podido derrumbar la obra revolucionaria: porque el
pueblo está conjugado en las decisiones, en un nivel muy profundo de
democracia. La revolución es obra del pueblo, el Partido Comunista de Cuba
asume la labor de orientar (sobre la base de los intereses del pueblo y lo que
este determina) y facilitar mecanismos.
De toda esa
experiencia tan vasta que representa la revolución cubana, podemos aventurarnos
a señalar algunos elementos que podrían considerase relevantes e incluso de
utilidad elevada para nuestra realidad. Son elementos que representan, de
alguna manera, aspectos muy atendidos por la dirigencia revolucionaria, que se
convierten en fuerza motriz del proceso:
* Lealtad a los principios y vínculo
indisoluble con el pueblo. La esencia de la Revolución es el bienestar social,
sobre bases de equidad e igualdad de oportunidades para el conjunto de los
ciudadanos. Todos deben tener la misma posibilidad de desarrollarse plenamente
como ser humano, siempre en función del bienestar colectivo. El Estado debe
proporcionar y garantizar esa posibilidad de desarrollo individual y colectivo,
atendiendo los intereses de la nación sobre intereses particulares o grupales.
Para esto se hace necesario acentuar la soberanía popular, en desmedro de los
intereses imperialistas de grupos del poder mundial que se enriquecen a costa
de las penurias de las inmensas mayorías.
Así,
la revolución cubana se mantiene fiel a los principios del proyecto socialista,
antimperialista e integracionista de Nuestra América y todos los países
explotados y agredidos, en procura del bienestar de los pueblos.
La
dirigencia de la revolución sirve al pueblo cubano, permitiéndole decidir e
interpretando fielmente sus intereses, sin la pretensión metafísica de
reemplazarlo, como ha ocurrido y suele ocurrir con algunas expresiones y
partidos que cercenan la posibilidad de expresión del pueblo, asfixiándolo,
castrando su capacidad creadora y divorciándose de él. Este vínculo entre la
dirigencia y el pueblo es un elemento indispensable a la hora de entender el
carácter de la revolución cubana, y constituye el pilar fundamental en el
proceso.
Para
Marcha Patriótica será este un ejercicio a profundizar, para fortalecer cada
vez más el vínculo con las bases populares, a través de ejercicios
constituyentes y de participación ampliamente democrática (asambleas populares,
cabildos, constituyentes por la paz, etc.). Nos urge saber qué está pensando y
sintiendo el pueblo en todo momento, manteniendo fidelidad a los principios que
nos dieron vida, como columna vertebral de nuestro proyecto. En Colombia la
democracia profunda es una necesidad.
* Profundo sentido del momento
histórico. La lectura acertada del momento histórico da la oportunidad de
determinar atinadamente la táctica a aplicar. Con el objetivo estratégico
claramente definido, un esclarecido sentido del momento histórico permite
moverse en un ámbito más o menos amplio, siendo flexibles en la táctica, con la
mirada fija en lo estratégico. Tiene que ver con la fidelidad a los principios,
lo que permite ubicar sin titubeos la estrategia: la táctica se adapta a la
forma más idónea que indique el momento preciso.
En
resumen, Fidel ha sido un maestro del arte de la política porque su lucidez a la
hora de ubicarse en el momento histórico y la caracterización de la etapa
precisa en el desarrollo del proceso revolucionario, le ha permitido acertar en
la táctica a emplear, con la cuota de pragmatismo necesario, siempre
subordinado a la estrategia previamente establecida. Se lanzó al asalto del cuartel
Moncada cuando era necesaria una acción como esa, que fortaleciera la moral de
lucha del pueblo, aunque pareciese suicida; declaró el carácter socialista de
la revolución en el momento preciso, sin adelantarse ni retrasarse; enarboló la
consigna oportuna en el momento oportuno, sin desfases que imposibilitaran su
aprehensión por las masas.
El
actual momento les señala la posibilidad de explorar la restauración de las
relaciones con el estado norteamericano, aceptando el reto de enfrentar al
imperio en un nuevo campo de batalla, en una nueva etapa de la Revolución,
enmarcado en una situación particular de la correlación de fuerzas entre las
expresiones progresistas y revolucionarias del Continente, por una parte, y el
imperialismo por otra.
Para
Marcha Patriótica, hacer una lectura acertada del momento histórico debe
ubicarnos en la táctica más apropiada, siendo flexibles en los medios, sin
negociar nuestros principios y mirando siempre el objetivo estratégico. Dentro
de esta lógica debemos aplicar y desarrollar nuestra política unitaria.
* Unidad. Es el aspecto que más
enfatizan los cubanos, casi en un tono de desespero ante la imperiosa necesidad
de la unidad de los revolucionarios. Fue el mismo clamor que el Libertador
exhaló en los estertores de su muerte en Santa Marta: ¡unidad, unidad, unidad!
Una
gran facultad de Fidel fue lograr unir al pueblo cubano y a sus expresiones más
revolucionarias. Logró constituir un polo de atracción que sumó masas a niveles
que posibilitaron la correlación favorable al desenlace revolucionario. Su
preocupación siempre fue sumar. Sin eso quizá no hubiese habido victoria.
Por
lo menos tres expresiones se unieron para construir un partido fuerte que
lograra asegurar el triunfo del pueblo: el Directorio Revolucionario, el
Partido Socialista Popular y el 26 de Julio. El jefe de este último supo
valorar la importancia de ese proceso unificador, y anteponer la unidad como
objetivo estratégico sobre cualquier otra consideración de orgullo personal o
grupal. Precisamente, saber superar la pedantería, que es un sentimiento más
propio de burgueses que de revolucionarios, fue clave para consolidar la
unidad; varios “sapos” tuvo que tragarse Fidel y el 26 de Julio, pero lo
importante no era aparecer como movimiento arrogante, sino conducir al triunfo
a un pueblo que padecía bajo el yugo invasor gringo y dictatorial de Batista.
Para ese triunfo era indispensable la unidad, con esa claridad jugó la
dirigencia del 26: lo estratégico sobre todo lo demás.
Bien nos vale aprender de eso. Tendremos que afinar el
oído para escuchar el grito moribundo de Bolívar (después de casi dos siglos al
parecer ni siquiera lo percibimos), que junto a Martí señalan la importancia
estratégica de la unidad. Será necesario autoexaminar nuestra conducta y evaluar
si estamos haciendo todo lo necesario para avanzar hacia una unidad férrea del
campo popular en Colombia, o si es que aún nos enredamos en la maraña de falsos
orgullos y de pedantería burguesa que subordinan el interés supremo de aliviar
el sufrimiento de nuestro pueblo. He ahí el gran perjudicado por la división y
fragmentación: el pueblo. Es él quien padece la irresponsabilidad de quienes no
hacemos hasta lo imposible por consolidar la unidad.
* Honestidad para con el pueblo. Al
respecto basta señalar lo diciente del hecho que el mismo Fidel y la dirigencia
revolucionaria haya emprendido una campaña, en un momento sumamente complejo de
la Revolución, denominada “corrección de errores y tendencias negativas”. El
nombre lo explica, no hace falta ahondar. Lo importante de ese hecho es el
ejemplo: los errores se encaran, no se esconden. Eso es lo que hace una
dirigencia responsable, siendo honesto con el pueblo, para que este asuma con
más entereza y decisión la construcción de la obra revolucionaria, corrigiendo
lo que sea necesario corregir para depurar el camino de la revolución. De nada
sirve “meter los errores bajo la alfombra”, esa también es una conducta
burguesa, propia de quienes gobiernan de espalda a las mayorías y sus
intereses. Corregir errores es fortalecerse.
En
nuestro proceso, de cara al Consejo Patriótico Nacional, tendremos que revisar
lo que sea necesario para corregir y superar escollos que sin duda tenemos en
el camino como producto de errores propios. Este ejercicio hará de la reunión
de nuestra máxima instancia un escenario sumamente productivo, que pueda
proyectar sobre las bases reales de nuestros aciertos y desaciertos la ruta a
seguir hacia los objetivos estratégicos planteados. Con esta premisa
seguramente saldremos más fortalecidos: en sí es una oportunidad para
consolidarnos, junto a nuestras comunidades, como proyecto de transformación.
* Importancia de la juventud. Dijo
Fidel: “si los jóvenes fallan, todo fallará”. El aporte de la juventud en el
proceso revolucionario cubano ha sido determinante; el mismo Fidel contaba con
33 años al triunfo de la Revolución, Raúl con 28 y el Che con 31. Incontables y
fulgurantes figuras de la revolución cubana abrazaron la esperanza de la guerra
por la liberación con escasos años en su
haber, pero con toda la energía, audacia y creatividad propias de los jóvenes
revolucionarios. Aquí valió que los jóvenes no fueron el futuro, sino el
presente de Cuba, porque mucho de lo construido se debe a los jóvenes cubanos,
y a una generación de abnegados luchadores que no excedían los 30 años de edad.
La juventud volcada a la lucha transformadora es invencible, y junto a los
obreros y campesinos se convierten en fuerza dinámica de la sociedad, que la
hace saltar con zancadas de décadas.
En
la actualidad, la dirigencia de la revolución reconoce que mantener a la
juventud involucrada en la política nacional es un reto, máxime cuando es una
juventud muy cualificada, y por consiguiente crítica. Pero este reto lo asumen
científicamente y con la claridad que no es la juventud de hace tres décadas,
por lo que los medios para acercarla e involucrarla tienen que ser acordes con
el momento actual. Para retos, los cubanos. Seguramente de las nuevas generaciones
habrán de salir los dirigentes que asuman el compromiso de continuar la obra
revolucionaria de bienestar social e inclusión de las mayorías; estas
generaciones, seguramente con un nuevo estilo, pero con la esencia martiana y
de Fidel, con la disposición de quienes son educados para ser como el Che,
adaptarán lo específico a los retos que en el futuro seguirán presentándose,
libando siempre del legado de las primeras generaciones.
En
Marcha Patriótica, los jóvenes constituyen un componente fundamental, pero
pudiéramos pensar que aún es mucho más lo que pueden aportar, no únicamente a
MAPA, sino a la construcción de la Colombia Nueva. Nuestra juventud es rebelde
por antonomasia, pero será tarea del Movimiento involucrar a esa inmensa
cantidad de jóvenes rebeldes, para que asuman la condición revolucionaria y un
compromiso en la lucha de las mayorías. Con la juventud involucrada en la lucha
por la paz con justicia social, no habrá fuerza capaz de preservar la guerra,
porque su irreverencia amilanará a procuradores e inquisidores, su empuje
transformador arrasará las pretensiones de imperios y burguesías, y la
sociedad, a la grupa de su marcha decidida, se sumará a la pelea.
Exigimos
y convocamos entonces la creatividad juvenil, la frescura de sus ideales, la
honestidad de su proceder y la contundencia de su verbo enérgico. El reto es
ese; también es un llamado de atención a nuestros jóvenes, para que asuman el
rol determinante que se requiere y se apropien del proyecto que sobre todo les
pertenece, ahora y en este instante, porque “si la juventud falla, todo
fallará”.
La experiencia de
la revolución cubana es nutriente para los pueblos de Nuestra América. En MAPA
la valoramos y apreciamos, como guía para la reflexión y la acción. Entendemos
que su realidad fue y es otra, pero de esa experiencia podemos extraer, sin
calcar, importantes elementos para incorporar a nuestro proyecto de ser
gobierno y ser poder, para y con las mayorías de Colombia. En esta brega
aprehendemos el legado de Martí, y con Bolívar como máximo dirigente de nuestra
revolución, con el ejemplo de Fidel, Raúl, Camilo y el Che, nos disponemos a
conquistar la paz con justicia social para nuestro pueblo.
A los hermanos
cubanos, nuestra admiración y agradecimiento por su respeto. Igualmente, por su
disposición permanente de ayudar en el propósito supremo de la paz de
Colombia.
Por: Edwin García
Maldonado.
Comentarios
Publicar un comentario