RECORDANDO A LOS ESTUDIANTES
Por Johan Mendoza Padilla
Aquel miércoles 12 de octubre del
2011, los principales medios tradicionales del país centraban las noticias en
tres temas: uno era la reciente victoria de la selección Colombia en La Paz –
Bolivia, hecho que aun daba mucho de qué hablar por tratarse de aquella faena
de ganar en los 3600 metros de altura de la capital boliviana; otra era la
maratónica jornada vivida en el Congreso de los Estados Unidos para aprobar el
TLC con Colombia, acuerdo que se había firmado hace 5 años, pero hasta ese día
los del norte le dieron el visto bueno a algo que ya antes el maniatado
Congreso de Colombia había avalado a pupitrazo;
y por último estaban las movilizaciones que en todo el país desarrollaron los
estudiantes universitarios como inicio de un paro nacional indefinido, respuesta
a la propuesta de reforma a la Ley 30 (Ley de Educación Superior) que presentaba
el señor Juan Manuel Santos al Congreso.
Hablar de un paro nacional
universitario era impensable, no solo para el régimen de Santos, también para
los mismos estamentos universitarios, ya que, los sectores sociales y populares
de Colombia venían apenas recobrándose de la arremetida estatal y para estatal
que sufrieron durante el periodo de Álvaro Uribe. Sin embargo, el primero de
octubre en la Universidad del Valle, los delegados de distintas universidades
se reunieron en el denominado “Encuentro Operativo de la MANE” y decidieron
que, una vez radicado el proyecto ante el Congreso, se iría al paro indefinido.
A pesar de que todavía prevalecían las dudas entre los delegados de
universidades que hacía años no sabían lo que era impulsar un proceso de
movilización estudiantil, que no fue fácil el debate prolongado hasta horas de
la madrugada, se logró una decisión conjunta y así los delegados retornaron a
sus ciudades a informar a los estudiantes sobre la definición.
La primera respuesta de la
institucionalidad colombiana, fue la captura de tres estudiantes miembros de la
FEU-Colombia, bajo el supuesto de ser miembros de la Insurgencia. Luego de un
juicio anómalo, con vacíos en las pruebas, con trabas en las audiencias los
prisioneros estudiantiles, Omar Marín, Carlos Lugo y Jorge Eliecer Gaitán
recobraron la libertad, que nunca debieron haber perdido, a finales de marzo
del 2015. ¡Más de tres años de injusta detención! Esto sucede en el país donde
existen 9500 prisioneros políticos que el Estado se niega reconocer.
Volviendo al 2011, al final, contra
todo pronóstico, el cese de actividades dio inicio y ese 12 de octubre, día
memorable para nuestra América, pues recordamos cómo inició el genocidio más
grande de la reciente historia humana, las calles se colmaron de la rebeldía de
miles de colombianos que gritaban a todo pulmón:
“¡Quién es usted: soy estudiante. No
lo escuché: soy estudiante. Una vez más: soy estudiante soy, soy estudiante
soy, yo quiero ir a estudiar, para cambiar la sociedad vamos a lucha!”
Y
de esa manera las universidades públicas del país, junto con algunas privadas,
comenzaron el pulso con el régimen Santos. Mientras el Gobierno tenía de su
lado al aparato institucional, legal, represivo y mediático, los estudiantes
contaban con la movilización, los argumentos y la creatividad para ganarse el
respaldo de la ciudadanía colombiana.
Ese
mismo 12 de octubre agentes del Estado o a servicio de ellos, bajo las
directrices de la vigente doctrina militar, dan respuesta al alzamiento popular
de las universidades y asesinan en Cali a Jan Farid Cheng Lugo, estudiante de
medicina de la Universidad Santiago de Cali y miembro de la FEU-Colombia. La prensa
tradicional da la noticia como suelen hacerlo: el del muchacho delincuente que
venía manipulando papas bombas y murió víctima de ellas. Aún no se han aclarado
los hechos, pero está claro que fue un atentado contra el movimiento
estudiantil que comenzaba un nuevo proceso y, por la memoria de un colombiano
lleno de sueños, los estudiantes decidieron no recular, por el contrario,
acentuar las acciones para presionar a Santos y su gabinete.
El
paro nacional universitario del 2011 y la Mesa Amplia Nacional Estudiantil,
fueron el detonante de la actual dinámica del movimiento social y popular. No
pretendo decir que los demás sectores no hacían nada hasta que se movieron los
estudiantes, eso sería mentir, pues si algo distingue a los sectores populares
de Colombia es su capacidad de resistencia. Más bien esto lo digo porque aquella
titánica acción de los estudiantes fue el inicio de acciones nacionales en el
resto del campo social colombiano, logrando recobrar fuerzas y de ello
derivando plataformas políticas, paros campesinos, espacios amplios de
convergencia, entre otros escenarios que exponen la realidad colombiana y
construyen un mejor país.
Incluso,
la MANE logró ser pionera de un ejercicio particular: construir un proceso
constituyente. De las movilizaciones y del paro no solo se logró derrocar la
propuesta radicada en el Congreso, eso tan solo fue el inicio, lo más
destacable fue que dos años después, es decir para el 2013, en la Universidad
de Antioquia los estudiantes le presentaban a nuestra sufrida Colombia una
Propuesta Alternativa de Educación Superior. Toca que la actual generación
recobre ese valiosísimo aporte que dejó la MANE y, a partir de ello, se logre
construir movimiento estudiantil desde las universidades, velando por mejores
condiciones para el profesional en formación, así como una educación realmente
pertinente a la realidad del país, con una relación directa con la sociedad,
con un propósito de hacer de la universidad colombiana laboratorio de paz y germinadora
de nuevos ciudadanos dispuestos a hacer una Nueva Colombia.
La
tarea debe seguir haciéndose. Los estudiantes universitarios deben construir
una nueva universidad, para así poder llegar a un nuevo modelo de educación
superior por un país con soberanía, democracia y paz con justicia social. Los
métodos pueden variar, pero lo fundamental es no perder el objetivo, mucho más
en los momentos actuales que demandan de una universidad crítica e innovadora
para lograr los cambios estructurales que permitan superar la miseria a la que
históricamente nos han condenado.
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