CARÁCTER BOLIVARIANO FRENTE A LAS ADVERSIDADES

“El soldado bisoño lo cree todo perdido desde que es derrotado una vez”.
S.E. El Libertador Simón Bolívar.

El 30 de junio de 1812 sonaron los primeros disparos de la sublevación del traidor Vinoni, en la Plaza de Puerto Cabello, a la sazón bajo el mando del Coronel Simón Bolívar, comandante de aquella plaza, designado por el mismo Generalísimo Francisco de Miranda. Cinco días después la plaza caería bajo el dominio de los sublevados, infringiendo a Bolívar una de sus derrotas más amargas, porque con ella se despejaba el camino para la caída de la Primera República en Venezuela.

Quienes lo vieron en Cartagena meses después y leyeron su manifiesto impregnado del espíritu fogoso que lo caracterizaría siempre, no podían creer que solo un tiempo atrás había sobrevivido al fracaso. Con el frenesí de quien empezaba a revolucionar su época, convirtió esa frustración de Puerto Cabello en el fuego apasionado del cual emergió como ave Fénix, para remontar junto a un puñado de hombres el Magdalena y llegar invicto a Caracas, donde recibió el título de Libertador, “un don que consagra la Patria agradecida a un hijo tan benemérito”, según rezaba el acta de esa municipalidad. Así se instauraba la Segunda República, que igualmente sucumbiría después ante las arremetidas despiadadas de un Boves que supo recoger el descontento de las pobrerías para levantarlas en contra de los mantuanos.

Desterrado y desolado en las Antillas, quizá en profundas reflexiones invocadas por el impetuoso Caribe, quizá en las conversaciones con el mecenas de Colombia, el ilustre presidente Alexandre Pétion, Bolívar entendió que la única posibilidad de triunfo para la justa causa libertadora era convocar la participación activa de los amplios contingentes de masas, sectores populares conformados por hordas llaneras, esclavos e indígenas, principales motores de la revolución que se abría paso. Entendió que todo esfuerzo sería infructuoso si no engrosaba su ejército con esas pobrerías confundidas que transitoriamente habían luchado bajo el estandarte negro de la carabela, con la enseña “Legión Infernal” del “Taita” Boves. Esos sectores sociales pasarían por conciencia política a defender el pabellón tricolor. Esa lectura acertada terminó de configurar la concepción bolivariana, y dibujó en la mente del héroe el mapa de la victoria.

Un presupuesto indispensable era consolidar la unidad del Ejército Libertador, lo que necesariamente implicaba la depuración del mismo, separando del proceso ciertas figuras con intereses particulares, que en el fondo disentían del proyecto popular y de elevada ética de Bolívar. Sumando el papel activo de las bases populares en el proceso trasformador que se requería, con un supremo carácter ético que lo llevó a descuidar su fortuna personal, construyó la ecuación garante de la primera independencia.

Ahora mucho se ha dicho y se seguirá diciendo sobre los resultados de las elecciones para la Asamblea Nacional de Venezuela. Estos resultados representan un reto interesante para el proyecto revolucionario de ese país, que puede convertirse en un propulsor de nuevas victorias, tal como lo enseñó el Libertador, siempre que su dirección y máximo conductor sepa (como seguro será) interpretar el sentir actual de las mayorías y escuchar sus consideraciones. “El arte de vencer se aprende en las derrotas”, señaló Bolívar.

En un mundo sumamente complejo, en el que se recomponen los esquemas del poder mundial con la emergencia y consolidación de nuevos actores que equilibran la correlación de fuerzas; al borde de un desenlace fatal, por un lado, a causa del desenfreno consumista que altera los ecosistemas y amenaza el medio ambiente y, por otro, por el incremento del armamento nuclear que hace depender el planeta de la cordura o desquicio de los líderes de una u otra potencia; no hay duda que la Venezuela bolivariana representa una esperanza para quienes defendemos la posibilidad de un mundo mejor. Las garantías en materia de educación, salud y bienestar social, así lo ratifican.

En consecuencia con la máxima bolivariana de que “el mejor sistema de gobierno es aquel que proporcione la mayor suma de felicidad al pueblo”, deben profundizarse las conquistas de la revolución, atendiendo la voz de las comunidades como alternativa para fortalecer y radicalizar, decantar y depurar de cualquier elemento con intereses individuales, de modo que este revés se traduzca en plataforma para potenciar el proyecto.

Toda obra humana es susceptible de yerros, pero no necesariamente los errores deben representar el sepulcro de la obra en cuestión; no obstante, siempre aparecerán incautos que ante cualquier dificultad ven fines de ciclos u oportunistas que cacareen el fin de la historia, los unos por desconcierto o apresurados, y los otros movidos por intereses bien definidos. Para ellos vale la pena recordar al comandante Chávez cuando dejó para la posteridad su palabra de pedagogo popular y fuerza moralizadora:

“(…) Preparémonos pues con coraje, con mucha madurez, con mucha conciencia para enfrentar las dificultades que haya que enfrentar y para vencer todas esas dificultades que haya que vencer, yo estoy seguro que las venceremos todas sin excepción. Vamos pues a demostrar el coraje histórico, aquello que he repetido en muchas ocasiones (…) porque es un mensaje producto del ejemplo de nuestro padre Libertador cuando ante gigantescas dificultades a lo largo de la revolución de independencia en alguna ocasión expresó lo siguiente: soy el hombre de las dificultades. Hoy vamos a traer su palabra, no sólo su palabra también su ejemplo histórico. Padre Libertador, como tú hoy decimos tus hijos: somos el pueblo de las dificultades, dificultad que se atraviese en nuestro camino será vencida por nuestra grandeza como pueblo (...)”.


EDWIN GARCÍA MALDONADO.


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