Memoria y Reflexión sobre la Masacre de las Bananeras
“– ¡Tírense al suelo! ¡Tírense al
suelo!
Ya los de las primeras líneas lo habían hecho, barridos por las ráfagas de metralla. Los sobrevivientes, en vez de tirarse al suelo, trataron de volver a la plazoleta, y el pánico dio entonces un coletazo de dragón, y los mandó en una oleada compacta contra la otra oleada que se movía en sentido contrario, despedida por el otro coletazo de dragón de la calle opuesta, donde también las ametralladoras disparaban sin tregua.”
Ya los de las primeras líneas lo habían hecho, barridos por las ráfagas de metralla. Los sobrevivientes, en vez de tirarse al suelo, trataron de volver a la plazoleta, y el pánico dio entonces un coletazo de dragón, y los mandó en una oleada compacta contra la otra oleada que se movía en sentido contrario, despedida por el otro coletazo de dragón de la calle opuesta, donde también las ametralladoras disparaban sin tregua.”
100 Años de Soledad, Gabriel
García Márquez.
La Masacre de las Bananeras es sin duda uno de
los peores hechos sangrientos de nuestra sufrida Colombia, y eso que de relatos
dolorosos están llenos los campos y ciudades en donde habitamos los más
empobrecidos. Lo de hace 87 años fue un holocausto contra la naciente clase
obrera del país, atrocidad orquestada por quienes usurpan el legítimo poder del
soberano colombiano y se hacen llamar empresarios o mandatarios, quienes sin
tapujos violentaron los sueños de miles de personas.
Lamentablemente
en 1928, en una Colombia de casi 8 millones de habitantes, lo de las Bananeras
no era sino un acto más de barbarie del Estado y los capitalistas contra el
pueblo colombiano. En aquellos años se había encrudecido la persecución a todo
lo que pensara distinto, a lo que reivindicara el derecho al buen vivir. No
podría permitirse, entonces, que los trabajadores de la United Fruit Company lograran
su cometido, no solo la de ganar las justas demandas presentadas a la
multinacional, sino también la de ser un referente para el resto del país,
sobre todo cuando había surgido la Confederación Nacional Obrera y el Partido
Socialista Revolucionario.
Con
la Masacre de las Bananeras la oligarquía mandó un claro mensaje: no cederán en
nada fácil y dócilmente. De ahí que las instituciones del Estado, tanto las de
aquella época como las de hoy, sean aparatos cuyo fin no son la de servirle a la
población, más bien, son para el beneficio de una élite que cada vez se reduce
y enriquece más como producto de la explotación, saqueo, destierro, engaños y
guerra a la que nos han condenado por tantos años.
Ese
sangriento 6 de diciembre en las tierras del Magdalena fue producto del terror
que la hegemonía conservadora había impuesto para mantener su régimen, en esta
ocasión con el gobierno de Abadía Méndez, y es a partir de tal nefasto suceso
que se torna en una política permanente el perseguir y destruir al movimiento
obrero y, por ende, al conjunto del movimiento social y popular. Sin embargo,
también desde ese 6 de diciembre, surgen liderazgos que le ofrecerían a
Colombia alternativas más allá de la paupérrima vida llevada hasta el momento.
Cómo no recordar la investigación y debate llevada a cabo por aquel joven
liberal que años después se convertiría en un ícono de rebelión, que
enfrentaría a los gamonales liberales y conservadores; hablamos de Jorge
Eliécer Gaitán, quien, a través de su proyecto político, generó un punto de
inflexión en la historia colombiana.
Luego
de tantas infamias del Estado y los capitalistas contra el pueblo colombiano,
mujeres y hombres que anhelan la paz y la justicia social, se ven obligados a
tomar las armas, primero para defender sus vidas, más adelante para construir
un nuevo tipo de país. Es así como se da el vigente conflicto social y armado,
la que nace como respuesta popular ante el terrorismo de Estado, la que lleva
más de 50 años seguidos y ha dejado a su paso cientos de miles de muertos y
millares de víctimas. Es hora de parar la guerra y hacer un nuevo pacto social.
Es hora de detener el flujo de sangre de ese 6 de diciembre.
En
cuanto a lo anterior, el nuevo intento por solucionar de manera dialogada el
conflicto social y armado, entre el Gobierno Santos y las FARC-EP, nos debe
recordar que, mientras las actuales instituciones no sean reformadas
estructuralmente, no podrá haber nunca garantía de paz. No se puede permitir
que las Fuerzas Militares vuelvan apuntar sus armas contra nosotros, las clases
populares, tal y cual ocurrió en las Bananeras, o como ha pasado con los
asesinatos sistemáticos a líderes de oposición, académicos, artistas, obreros,
campesinos, indígenas, afros, estudiantes, o igual con los falsos positivos y
las prácticas paramilitares.
Asimismo
hay que transformar a la justicia, pues hoy solo aplica la rigurosidad a los
empobrecidos, inventándose delitos por doquier para justificar las detenciones,
en particular la de los líderes sociales, mientras que a las mafias que
ostentan los cargos públicos se les es cómplice de su corrupción en alianza con
el sector privado. A la par se debe reconstruir el Congreso, hoy conformado
mayoritariamente por quienes, bajo métodos ilegales, logran ocupar una silla
para hacer desde allí las leyes lesivas a la ciudadanía. Y claro está, hay que
cambiar el modelo económico, ya que, no puede haber riqueza a base de la
destrucción de nuestra sociedad y nuestro planeta.
Un
nuevo pacto social, que derive de una Asamblea Nacional Constituyente, será la
garantía de que los diversos sectores del país puedan aportar en la
construcción de una Carta Magna que vele por la paz y justicia social para
todos los colombianos. Podemos lograr que las venideras generaciones no tengan
que pasar por el mismo o peor sufrimiento al que este caduco Estado nos está
sometiendo. Es hora de volver a las calles. La lucha debe ser constante, y allí
un llamado especial a los inquietos, indignados, rebeldes, tanto en lo rural
como en lo urbano: es hora de la Unidad, de la acción, de la construcción de
propuestas, para reivindicar dignamente a los inmolados por el fuego capitalista
de ese 6 de diciembre y para lograr nuestra Segunda y Definitiva Independencia.
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