DESENMASCARANDO AL ESTADO MODERNO Y a sus nuevos aliados: Los modelos de gobierno


DESENMASCARANDO AL ESTADO MODERNO
Y a sus nuevos aliados: Los modelos de gobierno


Por: Edwin Castellar.




El término Estado, se ha intentado definir desde que los humanos decidimos dejar de ser nómadas y organizarnos en un territorio en pequeñas agrupaciones. Desde Marco Tulio Cicerón en los años “A.C”, dentro de la misma iglesia católica con san Agustín, y hasta en épocas de imperios como F. C. von Savigny  del Sacro Imperio Romano Germánico, muchos han tratado de darle una definición universal, siempre muy convenientes a algunas minorías quienes finalmente terminaban ejerciendo el poder del estado bajo su nombre y definición. 
Actualmente el panorama no cambió, el Estado es sin miedo a exagerar, la mayor realidad política del mundo moderno. La humanidad entera cabe en 194 estados soberanos, definidos por la Organización de las Naciones Unidas,- ONU, como países con autogobierno y completa independencia. Fuera de esta cifra existen otras “categorías”, como un país que le pertenece a la Iglesia Católica y funge en la ONU como miembro “observador”, hablo de El Vaticano, y otras excepciones como el estado palestino, Taiwan, hong Kong, Sahara Occidental y Kosovo. 
Lo que hoy tenemos lo conocemos como “Estado moderno” o “el estado nación”, sin embargo es necesario afirmar que esta forma de construcción estatal fue directamente proporcional con el surgimiento y apogeo del capitalismo. Marx explica en el capitulo XXIV de su obra cumbre El Capital, que la acumulación originaria de riquezas dio pie para que los mayormente favorecidos de la transición del sistema feudal fueran los más cercanos a poder ejercer los mecanismo de dominio y control en cualquier sociedad organizada sobre un territorio. 
Curiosamente poseer un órgano centralizado de cobro de impuestos y la creación de ejércitos permanentes, y la obligación contractual a todo el que tuviera la suerte de nacer dentro de tus fronteras, presentó un panorama un poquitín atractivo para los grandes poderes económicos que como golondrinas saltaban de un territorio a otro consumiendo los frutos de cada árbol. 
Gracias a la creación del estado moderno, la discusión sobre ¿Qué era? Cambio drásticamente a ¿Cuál era su función?, casi como una resignación mundial, que muchos prefieren llamarlo consenso de la humanidad y otros simplemente le llaman ONU. Si ya tenemos claro que desde el momento en que naces, o como acá que es desde la gestación, una telaraña de normas, leyes y deberes irrenunciables (si renuncias a tu nacionalidad es porque tienes otra, si no, no puedes renunciar) los cual aceptas por el simple hecho de presumir de tu existencia. Entonces ¿qué es lo único negociable? El modelo, la forma, la función y la relación que ese estado tendrá con vos, algunos benefician a una mayoría y otros a otras, pero en general no es más que elegir con que arma te van a fusilar. 
Parece un poco extremo, pero es necesario que entendamos que  la forma de organización estatal que conocemos es una asociación de dominio de tipo institucional, como afirma Weber los estados actúales poseen el monopolio de la fuerza y son una empresa de dominio que requiere administración continua. En resumidas cuentas el Estado es superior al poder de los individuos. 
Ahora, si un liberal de tradición me lee, posiblemente se rasgue las vestiduras; pues solo en la figura del estado actual que vivimos, el liberalismo que reivindica el individuo y “le propriété privée” (la propiedad privada) sobre cualquier otro derecho que deba ser protegido con los impuestos, puede mantenerse como pensamiento hegemónico. Gracias al capital el liberalismo, sus corrientes y sus doctrinas económicas se convirtieron en materia de exportación por todos los territorios del mundo. La rápida aglomeración de riquezas en los productos internos de cada país, gracias a impuestos de individuos productivos, pusieron al liberalismo como paradigma de todos los modelos económicos que se pudieran producir, y por más que el conservadurismo como corriente opuesta luchara una batalla por la hegemonía cultural, quedó rezagada a tan solo un término poco relevante. 
En palabras sencillas la dicotomía del siglo XX hasta nuestros días es: como poder limitar el poder del Estado, que él es máximo credo liberal, sin sacrificar el control y el dominio necesario, para legitimar la existencia del estado. 
Básicamente el último siglo fue donde mayormente avanzó la discusión sobre la organización de la humanidad. Las década de los 30 y 40 fueron indispensables para la consolidación del estado moderno, los tiempos de guerras, imperios y dictadores megalómanos dieron una alerta a los mercados mundiales que necesitaban un consenso para ejercer un mayor control sobre las acciones individuales, reivindicando el dominio colectivo, pero asegurando libertad individual. Un perfecto ejemplo lo vemos la re-utilización del término “Sueño americano”  en el que se vende como un sueño colectivo, pero que es sólo realizable bajo la condición de la autorrealización personal e individual en cuanto a un mejoramiento de las capacidades materiales. 
Curiosamente por los años 40, también se creaba la O.N.U, incentivada por los ganadores de la segunda guerra mundial firmada por los 51 países aliados todos con los mayores ejércitos y dominio sobre una inmensa mayoría. 
Entre tantas variantes del estado moderno infectadas de los conceptos liberales, una quimera fue parida a principio de los 80, aunque fue gestada desde la creación de la ONU: El Neoliberalismo.
Un modelo de estado amparado en lo mismo que todos sus primos: “El bien común”. Con argumentos igual de válidos que cualquier otro. Si, cualquier otro modelo del estado moderno órbita en las mismas bases que el neoliberal, porque su base es el liberalismo económico, en que el poder del estado se vuelque hacia una u otra idea que condiciona drásticamente las condiciones de vida de sus habitantes. Si tomamos una caracterizar de algún otro modelo liberal como por ejemplo el modelo de bienestar, vemos que ambos comparten la exigencia a la presencia de un estado más activo y  capaz de incentivar la creación de nuevos acumulaciones de capitales lo cual contribuye al desarrollo de por ejemplo en el estado de bienestar; niveles de consumo de alto nivel, con el fin de mantener activa la economía y en movimiento. Al igual que en el neoliberalismo, que también necesita más Estado, un Estado más activo, capaz de contener los intentos de la sociedad de sujetar, controlar o regular el mercado —es decir, que no preste su autoridad para interferir con el mecanismo de los precios. Aunque con modos diferentes, su intención es la misma el movimiento de los mercados económicos quienes se encuentran tanto en uno como en otros anclados a las raíces del poder y quienes lo ejercen. 
Dicho esto, podemos inferir que solo dentro del estado moderno es la viña donde todo cabe,  hasta una concepción tan ilógica como que las tendencias extremas se tocan, o que ser muy de derecha te convierte a la izquierda y viceversa. Pues dentro del estado nación tenga el apellido que tenga su objeto o razón de ser no es ni la eliminación de la pobreza, ni la ayuda a menos favorecidos, ni mucho menos es el bien común. Sino que el Estado como institución se justifique y mantenga en la viabilidad la existencia de sí mismos, como decir que la única manera de ejercer la libertad es bajo la ley, justamente bajo la ley capitalista.
Es la mentira mejor contada de la historia, la resolución de las demandas sociales mediante el espíritu de un modelo de gobierno sin cambios en las condiciones materiales, que tarde que temprano terminan favoreciendo a las mismas elites por las cuales existen esas demandas sociales. Un círculo vicioso bien diseñado para que ancianos, y personas que en condiciones normales pertenecen a las familias con mayores capacidades económicas de cada país, o durante su estadía en el poder se convierten en eso. 
El estado de bienestar, al igual que el neoliberal nace finalizada la segunda guerra mundial, sus usuarios, países poderosos destruidos por la guerra, en camino a la restauración económica. Mientras los mercados poderosos experimentaban el neoliberalismo en algunas “Republiquetas bananeras” del Caribe, países como Alemania, Francia, Italia e Inglaterra crearon modelos de bienestar que en un análisis superficial diríamos que “por el bien de los menos valorado” pero fueron estos años los usados para darle el impulso necesario a la encomia y hoy 40 años después se alzan como neoliberales en sus máximas expresiones. El mismo ejemplo de Argentina, donde gobiernos oscilan entre neoliberalismo y estado de bienestar, parece que por década.
En conclusión, el estado moderno es una herramienta para la legitimación de la centralización de las riquezas de la tierra, sus diferentes apellidos no increpan a su tradición liberal de condiciones capitalistas. Lo que quiere decir, sin ánimos de caer en maniqueísmo, es que neoliberal o no, el estado nación que conocemos no está pensado para actuar frente a las demandas sociales que surjan sino frente a las demandas que al suplirlas le garanticen su existencia. 

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