DOS PAISES EN LA DISTANCIA
Por Bryan Alcazar
El dos de febrero de este año se
cumplieron 20 años de la llegada al poder en Venezuela de Hugo Chávez Frías.
Quizá, muchos de nosotros tengan recuerdos vagos sobre dicha fecha. En mi caso
en particular, tengo algunos recuerdos inmarcesibles en mi mente que de alguna
u otra manera han marcado mi vida. Les comparto algunos, con el afán de
exponerles que la rueda de la historia no deja al azar a ninguno de nosotros.
Recuerdo 1:
Después de haber viajado por más de doce horas
en una pequeña camioneta y después de no ver más que desierto durante algún
tiempo, por fin veía un pueblo. Caía ya la tarde y en la entrada del pueblo se
leía en una valla publicitaria "pueblo bolivariano, unidos", con la
imagen de Hugo Chávez con uno de sus puños en alto.
Recuerdo 2:
Me encuentro en un mercado popular que
colocaban todos los domingos por la mañana en la avenida Baralt en el centro de
Caracas. Estoy eligiendo algunas verduras y frutas; pregunto el precio de una
de ellas. En ese preciso momento, el vendedor me espeta que no podía venderme
sus productos; a lo que pregunto el porqué de la situación. El vendedor —sin
atisbo de duda en su voz— me dice, "porque usted tiene cara de burgués
imperialista".
Recuerdo 3:
Me he sentido un poco mal de salud. El corazón
se me acelera de repente y pierdo el apetito, los dolores de cabeza son
continuos. Mi madre me lleva a consulta médica en un centro de salud cercano
donde me hacen los chequeos correspondientes. Con el paso de los días me siento
mejor, son los medicamentos, son los consejos médicos. Los médicos eran
cubanos. No pagamos nada.
Tengo una relación conflictiva con mi pasado
en tierras venezolanas. Aquellos recuerdos que acabo de exponerles ilustran esa
relación que experimenté en mis cuatro años viviendo en Caracas, Venezuela.
Viví en un tiempo en que la Venezuela de Chávez ofrecía al pueblo venezolano
cierta consistencia económica, cierta seguridad política. Fui testigo de cómo
la "marea roja", como se hacían llamar, comandaba las calles de Caracas
ante cada llamado del comandante. En aquellos días, era un niño de catorce años
tratando de entender de qué iba eso de la política. Venía —y no me da vergüenza
decirlo— contaminado ante el poder de los medios de información colombianos y
de su redentor Álvaro Uribe Vélez. Por eso, al llegar a Caracas, veía con
cierto desdén aquellas marchas, pitos, celebraciones, en favor de Hugo Chávez.
Pasaron los años y siento que pude ver lo que
muchos de mis colegas humanistas quisieron ver y no pudieron; un gobierno
volcado hacía el pueblo. Un gobierno en el cual las personas de más bajos
recursos podían tener una atención excelente en medicinas, educación y deporte.
Sí, quizás algunas formas de establecer el poder en Venezuela por Hugo Chávez
fue excesivo, pero si entendieran la historia de Venezuela, entendieran el
problema del petróleo en los años ochenta del siglo XX, entendieran la tiranía
del poder comandado por unos cuantos en que los mayores damnificados eran los
ciudadanos de a píe (a saber, el Caracazo). Tal vez se dieran cuenta de que era
la única manera, la única; en la cual se podía quitarles a esa elite económica
y política sus formas de corrupción y acaparamiento del poder.
Al volver a Colombia después de cuatro años,
me sentí realmente entusiasmado. Al cruzar la frontera en Paraguachón en La
Guajira, veía una alegría que no había visto al irme de Barranquilla. Ir
cruzando pueblos en el autobús, bajarme a comer los platos típicos de mi país,
fue una victoria que no sentía hacia mucho. Todo resonaba a optimismo, en
apariencia.
Pasaron los años y aquellos días de optimismo
que percibí al llegar de nuevo a este país, se fueron dilapidando como una casa
de naipes. Falsos positivos, Cruzadas, Parapolítica... Ahora sé que aquel
optimismo que pensé sentir, fue más bien la típica nostalgia al volver a la
tierra que no veía hace algún tiempo. Fue la primera vez que pensé en lo
diferente que era la vida en un país como Venezuela en comparación con Colombia.
Los medios informativos que responden ante unos intereses particulares, me
hacían ver a Venezuela como un nicho de un tirano despótico. Realmente daba
miedo pensar siquiera en irse en contra de los chavistas. Recuerdo que mi
padre, el último día antes de partir hacia la frontera, me dijo con tono serio
como nunca lo había escuchado "no te hagas el héroe, porque allá, las
cosas están duras"; como si la Colombia del año 2004 era un paraíso, como
si no estuviéramos regidos ante los grupos paramilitares que hacían y deshacían
en las zonas rurales (Masacre de Llorente, Tumaco, Nariño, Masacre de Urumita,
La Guajira).
Ya han pasado diez años de aquella experiencia
y pienso que el problema sigue siendo el mismo; buscar la paja en el ojo ajeno.
Los medios de información se enfocan en múltiples perspectivas de la problemática
venezolana, dejando de lado que el infierno político, social y económico se da
con mayor intensidad en nuestro país. Un presidente títere, un individuo
peligroso detrás de él; con todo un aparato delictivo dispuesto a esparcir la
zozobra en la sociedad colombiana cuando así se requiera. Se sigue creyendo en
la objetividad de la información brindada por los medios y se sigue echándoles
el agua sucia a la situación de este país a agentes externos. Bien lo decía el historiador
Eric Hobsbawm; "como siempre, lo más fácil es culpar de todo a los
extranjeros".
Hoy, mientras muchas personas en este país ven
con desdén al venezolano que se rebusca por cada calle de cada ciudad
colombiana; se nos olvida que Colombia es el segundo país con mayor número de desplazados
internos después de Siria. Se nos olvida que, casi cuatrocientos mil personas
han salido del país en condición de refugio (DANE). La ceguera histórica, sin
duda, cada día más le hace mella a este país.
Excelente hermano
ResponderBorrarMuy bueno.
ResponderBorrarQué buen escrito, felicidades Brayan Alcázar sigue persiguiendo tus Sueños.
ResponderBorrarQue alegría leerte amigo
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