CARNAVAL: UN SINTOMA NECESARIO



Henry Ortiz Zabala


El carnaval viene a nosotros como una supuesta tradición que se ha mantenido a lo largo de los años, quizá ha dejado a un lado muchas de las razones por la que fue creado, como unir en una serie de celebraciones a toda la gente de Barranquilla y sus al rededores entorno al goce, y lo bacanal; reunir en un mismo espacio a todas las clases sociales sin tener en cuenta las diferencias de raza, estrato, religión, etc. Cuestión  que hoy en día, evidentemente no se lleva a cabo como solía hacerse y que cuando se hace es evidente el surco que divide a las personas en determinados espacios, palcos ubicados en lugares específicos con precios relativos para personas determinadas, quienes puedan pagarlos.

Es difícil saber dónde termina la tradición y donde comienza el negocio o si más bien no fueron los intereses económicos que están en juego, los que han mantenido esta supuesta tradición. El carnaval no es del pueblo, es para el pueblo, sí, pero no proviene de él, y creer lo contrario es una linda falacia que los organizadores de este evento que van mucho más allá de Carnaval S. A han querido que el pueblo crea. ¡Y si hay que aceptarlo, el pueblo es feliz creyéndolo y prefiere mantenerse así! La pregunta es ¿lo hacen por la tradición? En las siguientes líneas pretenderé dar respuesta a esta incógnita.

Más que una tradición el carnaval es una época, una temporada, que va bastante relacionada con la estación de la primavera, por ello se hacen carnavales en distintas partes del mundo. Históricamente en la antigüedad se hacían jolgorios y rituales que iban en torno a la despedida del invierno y la bienvenida del sol al nuevo año, la humanidad no ha cambiado esto pero si lo ha rebautizado y erigido con otros significantes. Ahora a nadie le interesa el sol y mucho menos despedirse del invierno pero si utilizar las celebraciones que se habían fundado con ese propósito no para ensalzar lo que festejaban sino solo para celebrar, ¿celebrar qué? No importa que se celebre mientras se celebre. Lo que nos gusta del carnaval no es por qué lo hacen sino lo que se puede hacer en él.

 Cuando digo que el carnaval es una época me refiero a que tiene un preludio, un transcurso y un cierre y todos se viven bajo el mismo espectro de festividad pero con intensidades diferentes, y para hacer posible esto es necesario hacer un pacto entre nosotros, un pacto casi diabólico, entendiendo diabólico como aquello donde prima el placer sin reflexión, un culto al hedonismo y la trasgresión de los valores. El pacto consiste en no juzgar, no en perdonar sino en soportar, en no tener miedo de hacer ni del que dirán, porque no importa lo que hagan los demás, uno no puede hacer nada al respecto, y en cuanto al que dirán, a nadie le interesa.

 En carnaval seguramente el buen Nietzsche si su hubiese pasado por curramba también habría visto  como muere Dios, al menos durante cuatro días y digo que muere porque tal y como dice esa máxima dostoyevskiana “cuando dios no existe todo está permitido” y ya se reconciliaran con su deidad el miércoles de ceniza, porque ignorar a Dios durante las carnestolendas es cosa valida, lo único que no está permitido es no permitirse nada.

La promiscuidad es entonces vista como un logro mientras que el resto del año es condenada por ellos mismos, la homosexualidad que a pesar de lo que ha logrado sigue manteniéndose como algo mal visto en nuestra sociedad, es entonces aceptada y promovida, hasta incluso por los más radicales frente a dicha inclinación. El exceso de alcohol deja de ser perjudicial para la salud y hasta a los niños se les vende licor; el drogadicto deja de ser visto como vicioso porque todos tienen derecho de disfrutar las fiestas y en ese aquelarre las sustancias no están de más; la infidelidad deja de ser algo prohibido y se convierte en un derecho de libre expresión, el robo y la usura en una modalidad de empleo, y el despilfarro en una demostración de alegría y precipitación, porque hay que dejar claro que en el carnaval se canoniza la imprudencia, así que el que no presto, empeño, mal vendió o gasto lo que tenía para celebrar el carnaval, ese es el que esta jodido, pues esta era la oportunidad perfecta.

El carnaval es una época en la que muere Dios como dije anteriormente, por el hecho que en ese pequeño lapso la sociedad reinventa su código moral y cada quien hace liquida su propia ética, lo pecaminoso es ahora la ley, y hasta incluso la ley y la justicia se vuelven más permisivas. El carnaval es un espacio sintomático, un manicomio al aire libre donde se reúne toda la sociedad, es el momento de hacer manifiesto lo que durante todo un año debemos mantener latente. Es nuestra oportunidad de camuflar nuestros deseos, nuestras verdaderas inclinaciones con los de la mayoría y solo de esa forma pasar desapercibidos, tanto así que es normal burlarse de la autoridad, de los principios de una sociedad, y hasta incluso de la misma muerte. En tales fiestas abundan las alegorías a la muerte en disfraces, escenificaciones, y hasta incluso ceremonias. A todo a lo que le tememos le perdemos el miedo porque estamos tan desinhibidos que dejamos de percibirlo, nadie tiene miedo de morir en carnaval pero es porque hay tanto goce que nadie piensa en la muerte y si por alguna razón hay que morir, todos prefieren que sea cuando el carnaval termine.

Concluyamos entonces con la importancia que tiene el carnaval para una sociedad tan enferma, donde se siente culpa y angustia por lo que se vive y se deja de vivir, si uno lo piensa detenidamente, si la gente no aflorara al máximo su locura durante esta época de seguro se mantendría cargada el resto del año, enconada y saturada por todas las cosas que debe reprimir y que terminarían manifestándose de alguna otra forma que si repercutiría en la vida del individuo de forma significativa como en un síntoma neurótico, un brote psicótico, depresiones y porque no hasta el suicidio.

Después de todo, un hombre se perturba o se enferma por las cosas que piensan el resto de hombres acerca de él, por ende para no ser juzgados mal, nos está vedado actuar en contra de lo que la sociedad entiende como correcto, rentable o funcional, y es que lo moral concierne a lo psíquico y la gente también se enferma por aspectos morales, empero si la moral se vuelve flexible y nadie piensa mal de nosotros o estos mismos pasan desapercibidos, podemos hacer un uso propiamente dicho de nuestro libre albedrio sin miedo de que se piense mal de nosotros y es que en carnaval da la impresión de que nadie se detiene a pensar y hasta incluso está mal visto hacerlo.

En esta fechas de comparsas, excesos y mascaradas podemos hacer lo que queremos bajo la bendición, de la despreocupación, el bullicio y el libertinaje, pues igual para la mayoría es mejor hacer lo prohibido al menos una vez – ya no en la vida sino en el año- a no poder hacerlo nunca. Uno podría pensar que el carnaval es más exorcizante que la misma semana santa ya que saca de cada uno de sus adscritos  los demonios que no pueden salir durante el resto del año.

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