LA VENECA


Texto: Henry Ortiz Zabala

Fotografía: Carlos Mario Parra Rios
“La vida es una caída en vertical”
Jean Cocteau

Según me han dicho, había arribado apenas ayer, llegó en un wayúu a eso del mediodía, en soledad, allá en la terminal. Un par de primas la esperaban,  eran sus únicos familiares de éste lado de la frontera. Al bajarse  las reconoció de inmediato y corrió abrazarlas; ellas le acompañaron hasta un asadero de pollos justo al frente del terminal.

Les confesó que tenía un hambre voraz, ellas pidieron un pollo entero, luego de comerlo ávidamente entre las tres, sus primas le preguntaron si traía dinero para pagar el pollo, con algo de recelo les alcanzó uno de veinte. Lo único que tenía; por otro lado ellas sabían que traía dinero y que cantidad. Su tío las había llamado después de embarcarla, para avisarles que iba en camino y sin querer cuanto presupuesto llevaba.

Una vez pagaron, permanecieron sentadas un rato, reposándose, alivianando “¿Ahora de aquí para la pieza, supongo?” luego de mirarse entre ellas y reír por unos segundos una de sus primas le contestó en tono sarcástico “Sí claro… a la pieza” se levantaron, organizaron la mesa y se pusieron en marcha. Caminaron casi medio kilómetro hasta donde residían.


Al llegar quedó estupefacta ante tanta miseria, sus coterráneos, miserables, lastimeros… durmiendo en carpas, cambuches, en colchones o al ras de piso, en la intemperie igual que animales. Quiso llorar “debo ser fuerte  por mi familia, por mi padre” No lloró.
Se acercaron a una carpa de impermeable militar, le dieron unas monedas a una señora, se agradecieron mutuamente, la vieja se marchó y ellas tres entraron a la carpa. Apretadas, compartiendo el aliento, comenzaron hablar. Sus primas trataban de explicarle por qué estaba aquí y que debía hacer para ganarse la vida. “Hoy empiezas y sino estas dispuesta chama, me da dolor prima, pero te debe devolver entonces o ver a donde te largas , así que tu veras chama, es lo que toca, por la familia…es lo que toca” decía quien parecía ser las mayor de las presentes.

Le hablaban seguras de sí y de lo que sería su decisión, sabían que no había de otra, hace casi dos años, ellas estuvieron igual, tal cual en la misma posición y no por parientes…menos con la barriga  llena y el sabor de pollo en la boca; cuando habían arribado aquí, venían de caminar cincuenta kilómetro, llevaban dos días sin comer.
Ella por su parte, aunque no podía creer lo que le demandaban hacer y ser, pensó en negarse y llamar a su padre para ponerlo al tanto de todo… pero razonó y cuando le pareció entender por qué su padre lloraba, se lamentaba y se disculpaba tanto con ella, comprendió todo, él también lo sabía… y tal como lo constate sí es.
Sin tener de otra agarró los dos termos de tinto y se puso en marcha, salió a las soleadas calles de esta ciudad a ganaré el dinero como una inmigrante más, y como se lo ganaban con la misma agonía otros tantos barranquilleros. La vaina estaba dura para todos y esa era la realidad, la es.

Había vendido unos cuantos tintos, cuando un taxi paro junto a ella. Recordó que sus anfitrionas le habían dicho que esa era la señal precisa de un cliente, se detuvo nerviosa, la ventana del copiloto bajo lentamente “te queda linda esa licra” le dijo el chofer. De inmediato comprendió el propósito por el cual la habían hecho cambiar de ropa “¿Un tinto? Preguntó.

“Sube y me lo sirves acá, yo te hago el chance hasta más adelante” fue lo que el hombre respondió mientras abría la puerta. Ella subió. Una vez en marcha, le puso la mano sobre la pierna y le preguntó sospechosamente “¿Sabes a qué venimos?” asintió con la cabeza y dijo a sus adentros “tal como dijeron mis primas, ni más ni menos” Puso los termos en el asiento trasero. El chofer se quitó el cinturón de seguridad y se bajó la bragueta “Solo chúpala” le dijo….así lo hizo…nada bien según comenta el taxista, durante el proceso le regañó un par de veces “Mordía, pellizcaba, mejor dicho” dice, en una le resulta tan doloroso que la abofetea. Ella empieza a llorar y dar gritos, lo golpea en la cara, le araña los brazos, luego desesperada intenta abrir la puerta, no se percata del seguro, persiste, él lo quita, se abre y cae de pecho sobre una zanja llena de fango, como puede se levanta y se va corriendo como alma que lleva el diablo.

Él le sigue no sin algo de dificultad para devolverle los termos, y pagarle por su servicio, ella lo nota y se pierde por calles culebreras, tan angostas que no pueden entrar los autos, el desiste, ella se da cuenta, pero sigue corriendo. Exhausta, percatada de no verlo, se sienta en un andén cerca de un puente a llorar…

Apenas nota que le faltan los termos y llora con más amargura. Algunos autos le salpican agua sucia y humo pestilente; suenan unos truenos y empieza a serenar…
De la nada se levanta, como dando saltos, armoniosos, rítmicos; riendo y bailando, los ojos cerrados, algunas lágrimas resbalando sobre su rostro enrojecido… se acercaba cual ninfa a las barandas, musicalmente, dulce, sublime… y se lanza….casi…casi poéticamente.

La viejita que vendía jugos en el paradero frente al lugar del siniestro, comentó que reía mientras caía “a carcajadas como una loca” y de pronto un golpe seco silenció todo. A continuación, el rechinar de los autos frenando bruscamente.
Y esa fue mi última testigo jefe, es todo lo que he escrito.




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